La verdadera prosperidad no se mide en casas, trabajos o cuentas bancarias, sino en una vida enraizada en Dios. En este episodio exploramos cómo la Biblia nos enseña que la riqueza más duradera no es material, sino espiritual.
Desde la historia de Caín y Set hasta las enseñanzas de Jesús y Pablo, descubrirás por qué la comunión con Dios es la herencia que no se desgasta. Aprenderás a reconocer las falsas promesas del evangelio de la prosperidad, a valorar las bendiciones invisibles que ya tienes en Cristo y a orar como lo hacía Pablo: buscando sabiduría espiritual más que comodidad pasajera.
Un llamado a redirigir el corazón: de lo temporal a lo eterno, de la ciudad de los hombres a la ciudad celestial.




