Seleccionar página

01 Un evangelio distinto no es evangelio

Cruz de madera en una colina al amanecer con vista panorámica de una ciudad al fondo, cielo con nubes doradas y tonos cálidos que evocan un mensaje de esperanza y transformación espiritual.

Cuando la sorpresa revela un peligro

“Me maravillo de que tan pronto hayáis abandonado al que os llamó por la gracia de Cristo, para seguir un evangelio diferente” (Gálatas 1:6).

Así abre Pablo su carta, y el golpe se siente inmediato. No hay saludos cordiales ni elogios, sino asombro, indignación y dolor pastoral. Los creyentes de Galacia, tan entusiasmados al principio, estaban dejando atrás el mensaje que los había rescatado. Habían empezado a seguir lo que parecía evangelio, pero que en realidad no lo era.

Tal vez pienses que eso solo le ocurría a una iglesia del primer siglo. Sin embargo, si ellos pudieron desviarse tan rápido, ¿qué nos hace creer que nosotros somos inmunes?

Cuando el evangelio se altera, se pierde

Lo que inquietaba a Pablo no era un malentendido menor, sino la esencia de la fe. Un evangelio modificado deja de ser evangelio. “No que haya otro, sino que hay algunos que os perturban y quieren pervertir el evangelio de Cristo” (Gálatas 1:7).

La comparación es sencilla: una medicina perfecta no se mejora añadiendo ingredientes. Se arruina. Del mismo modo, cualquier adición a la obra de Cristo la invalida. Por eso Pablo llega a pronunciar palabras durísimas: “Si alguno os predica un evangelio diferente del que habéis recibido, sea anatema” (Gálatas 1:9).

Aquí no se trataba de una opinión teológica distinta, sino de la fidelidad al único mensaje que salva. Cambiarlo significaba perder el gozo, la paz y la libertad que solo Cristo puede dar.

Evangelios modernos que pesan como cadenas

El riesgo sigue vigente. Hoy abundan versiones “mejoradas” del evangelio: unas dicen que la salvación depende de la intensidad de tu entrega; otras, que basta con ser buena persona; otras, que la fe es una lista interminable de reglas.

El problema es el mismo: desplazan la obra terminada de Cristo para poner en el centro nuestro desempeño. Y al hacerlo, producen miedo, inseguridad y orgullo espiritual. ¿Te has sentido alguna vez “no lo bastante espiritual” para acercarte a Dios? Esa sensación nace de un evangelio falso.

Estas distorsiones no siempre se anuncian con slogans. A veces se cuelan en nuestras oraciones, en cómo nos evaluamos o en cómo juzgamos a otros. Poco a poco olvidamos que lo que nos sostiene no es nuestra constancia, sino la gracia de Dios en Cristo.

Volver al evangelio verdadero

El verdadero evangelio no es un consejo de autoayuda ni un código moral, sino un rescate. Pablo lo resume con fuerza: “[Cristo] se dio a sí mismo por nuestros pecados para librarnos de este presente siglo malo, conforme a la voluntad de nuestro Dios y Padre, a quien sea la gloria por los siglos de los siglos. Amén” (Gálatas 1:4-5).

Cristo no nos entregó un manual para intentarlo de nuevo. Se entregó a sí mismo en nuestro lugar. Nos libró porque no podíamos librarnos. Lo hizo por gracia, para la gloria de Dios, y sin dejar espacio a nuestros méritos.

Esta verdad libera. Ya no vivimos bajo el temor de no dar la talla, sino en la seguridad de haber sido aceptados. No necesitamos añadir nada. No hay rito ni esfuerzo que complete la cruz.

Una invitación a revisar el corazón

Quizá sea momento de preguntarte: ¿el evangelio que crees y practicas es el que Pablo anunció, o se ha contaminado con exigencias culturales, presiones religiosas o tu propio perfeccionismo?

Si la confianza está en tu entrega, tu conocimiento o tu conducta, has dejado el evangelio. Pero la buena noticia es que el evangelio mismo tiene poder para rescatarnos incluso cuando lo hemos descuidado. Volver a él no es retroceder, sino regresar a la fuente que nos salvó y nos sostiene.

Hoy puedes descansar en lo que ya está completo. Tal vez lo primero sea hacer una pausa breve para orar: “Señor, recuérdame que tu gracia es suficiente. Hazme volver, una y otra vez, a tu evangelio”. Esa oración sencilla abre el camino a la libertad que nunca deberíamos cambiar por imitaciones.

Comparte la verdad bíblica de forma clara y práctica, a través de plataformas digitales, buscando inspirarte a integrar la Palabra de Dios en tu vida diaria.

Relacionados