Cuando abrimos la Biblia buscando consejo rápido
Quizá te pasa que al abrir la Biblia lo haces con la esperanza de encontrar una instrucción clara para tu día: cómo tomar una decisión, cómo resolver un problema, cómo animarte en una dificultad. No está mal desear dirección, pero a veces corremos el riesgo de leer las Escrituras como si fueran un manual de autoayuda o un catálogo de ejemplos a imitar.
Jesús mismo nos dio otra perspectiva:
“Examináis las Escrituras porque vosotros pensáis que en ellas tenéis vida eterna; y ellas son las que dan testimonio de mí” (Juan 5:39). Cada página, cada historia, cada salmo apunta hacia Él. ¿Y si empezaras a leer la Biblia con esos ojos nuevos, reconociendo que no se trata primero de ti, sino de Cristo?
Cuando el villano se parece demasiado
Es fácil identificarse con Moisés cuando guía, con David cuando vence a Goliat o con Daniel cuando permanece firme. Lo difícil es reconocerse en Faraón que endurece el corazón, en Israel que murmura, en Pedro que niega o en Tomás que duda.
Una lectura centrada en el evangelio te invita a preguntarte: ¿en qué actitudes me parezco a quienes se apartan del propósito de Dios? ¿Qué mandamiento ignoro, qué llamado evado, qué desconfianza aún cargo en el corazón?
No es cómodo admitirlo, pero ahí comienza la gracia: la Biblia no nos muestra villanos para que nos burlemos de ellos, sino para que descubramos nuestra necesidad de redención. Sin ese espejo, la Escritura se convierte en un catálogo moralista imposible de cumplir.
Los héroes también tropiezan
En casi cada relato hay un personaje o una acción que parece estar del lado correcto. Pero si miras con más cuidado, verás que los héroes bíblicos son profundamente humanos. Abraham dudó, Moisés perdió la paciencia, David cayó en pecado grave.
Esto no anula lo bueno que hicieron, pero sí recalca algo fundamental: ellos también necesitaban un Salvador. La verdadera enseñanza no es “sé como ellos”, sino “confía en el Dios que los sostuvo a pesar de ellos”. Cada gesto de fe, cada acto de valentía, cada obediencia parcial apunta hacia el único Héroe perfecto.
Pregúntate: ¿qué de este personaje refleja la obra de Cristo y me recuerda que Él cumple lo que nadie más pudo cumplir? ¿Qué debilidad suya me muestra que hasta el más fiel necesita gracia? Así la Biblia deja de ser una galería de ejemplos y se convierte en un testimonio vivo de Jesús.
El Héroe que nunca falla
Toda la Escritura encuentra plenitud en Cristo. Él es el Cordero anunciado en Éxodo, el Rey prometido en Samuel, el Siervo sufriente en Isaías, la Sabiduría encarnada en los Proverbios, el Amado del Cantar.
Cuando lees un pasaje, pregúntate: ¿qué revela sobre el carácter y la obra de Jesús? ¿Qué hizo Él que yo no pude hacer? ¿Cómo completa Él la historia? La respuesta siempre apunta a la cruz y a la resurrección.
Por eso Pablo escribió:
“Pues tantas como sean las promesas de Dios, en Él todas son sí” (2 Corintios 1:20). Cada promesa encuentra su cumplimiento en Cristo, no en nuestra fuerza ni en nuestra fidelidad.
De la página a tu día
Tal vez hoy te sientes más parecido a un villano que a un héroe: cansado de tus propios fallos, de tus palabras apresuradas, de tu falta de fe. Justo ahí la Biblia se vuelve buena noticia: Cristo ya hizo lo que tú no puedes. Él te cubre, te perdona, te transforma.
Mira cómo cambia la perspectiva: no lees la historia de José solo para aprender paciencia, sino para recordar que Jesús sufrió injusticia y fue exaltado para salvar a muchos. No lees sobre Rut solo para inspirarte en la lealtad, sino para descubrir al Redentor que tomó a extranjeros y los hizo parte de su pueblo.
Así, tu lectura diaria deja de ser una carga y se convierte en un encuentro con Cristo. Puedes abrir tu Biblia en la mañana y, en lugar de buscar solo un consejo rápido, pedir: “Señor, muéstrame a Jesús aquí”.
Una práctica sencilla para comenzar
La próxima vez que abras la Escritura, haz un alto y sigue este pequeño recorrido:
- Pregunta: ¿dónde me veo en los que fallan?
- Reconoce: ¿qué personaje apunta a Jesús pero también necesita salvación?
- Adora: ¿qué revela este texto del verdadero Héroe, Cristo?
Hazlo con calma, incluso con un pasaje corto. No necesitas resolverlo todo en una sola lectura. Basta con dejar que el evangelio moldee tu manera de mirar el texto.
Y cuando cierres la Biblia, ora una frase sencilla: “Gracias, Señor, porque tu Palabra me lleva a Cristo”. Ese gesto, repetido día tras día, irá transformando no solo tu entendimiento, sino también tu manera de vivir y de servir a otros.