Una carta con gran urgencia
Imagina recibir una carta que no empieza con saludos afectuosos, sino con un tono de alarma. Así arranca Gálatas. Pablo, el apóstol que había fundado aquellas iglesias en Asia Menor, escribe con palabras cargadas de sorpresa e indignación: habían comenzado en el evangelio, pero ahora estaban siendo arrastrados hacia “otro evangelio” que, en realidad, no lo era.
Ese “otro evangelio” no consistía en negar a Cristo abiertamente, sino en añadirle condiciones: rituales, reglas, esfuerzos humanos. La distorsión parecía pequeña, pero el apóstol la vio como una amenaza mortal. Porque cuando se altera la gracia, se pierde el evangelio.
El conflicto que atraviesa la carta
La carta a los Gálatas gira en torno a una tensión fundamental: ¿seremos aceptados por Dios en base a lo que Cristo hizo, o en base a lo que nosotros hacemos?
Los falsos maestros afirmaban que para ser verdaderamente parte del pueblo de Dios había que añadir a la fe en Cristo las obras de la ley —como la circuncisión y las costumbres judías—. Pablo responde con firmeza: la salvación es por gracia, mediante la fe, desde el principio hasta el fin.
Por eso, esta carta no es un debate teórico. Es una defensa apasionada de la libertad que Cristo ganó. Es un llamado a no volver a la esclavitud del legalismo ni al vacío del libertinaje.
Lo que estaba en juego
En Gálatas se define nada menos que el corazón del evangelio. Pablo insiste:
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El evangelio no admite añadidos. Cristo lo completó todo en la cruz.
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La ley tiene un propósito, pero no puede salvar; nos conduce a Cristo.
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La verdadera identidad cristiana no es la de esclavos, sino la de hijos adoptados.
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La vida en el Espíritu es la que produce fruto real y transforma nuestras relaciones.
Cada capítulo revela un aspecto de esa libertad en Cristo, y cada exhortación pastoral de Pablo sigue resonando hoy.
¿Por qué leer Gálatas hoy?
Porque la tentación de adulterar el evangelio sigue vigente. A veces lo reducimos a reglas externas; otras, lo diluimos en un mensaje de autoayuda. En ambos casos, perdemos su esencia: Cristo crucificado y resucitado como nuestra única esperanza.
Gálatas no solo confronta nuestras falsas seguridades, también nos recuerda quiénes somos en Cristo: hijos amados, libres del miedo, guiados por el Espíritu y llamados a sembrar en la eternidad.
Un recorrido necesario
En los próximos artículos vamos a recorrer esta carta paso a paso. Descubriremos el tono urgente de Pablo, la centralidad de la cruz, la lucha entre carne y Espíritu, y la libertad de vivir como hijos. No será solo un estudio intelectual, sino una invitación a revisar qué evangelio estamos creyendo y cómo lo estamos viviendo.
La pregunta que atraviesa toda la serie es esta: ¿vivirás como esclavo o como hijo? Esa fue la disyuntiva de los gálatas, y sigue siendo la nuestra.
Quizá este sea un buen momento para detenerte y orar: “Señor, enséñame a vivir en la libertad de tu gracia. Hazme volver, una y otra vez, al evangelio verdadero”.