Seleccionar página

08 El peligro de una religión sin evangelio

Cruz de madera en una colina al amanecer con vista panorámica de una ciudad al fondo, cielo con nubes doradas y tonos cálidos que evocan un mensaje de esperanza y transformación espiritual.

Una advertencia inesperada

Al escribir a los gálatas, Pablo no solo los previene contra volver al paganismo del que habían salido. La sorpresa es que les advierte de algo más sutil: una religión sin evangelio. Una devoción que aparenta obediencia, pero que busca el favor de Dios a base de esfuerzo humano. Eso, dice Pablo, es tan esclavizante como la idolatría pagana.

Muchos pensaban que el peligro estaba en regresar a las antiguas costumbres inmorales. Pero Pablo señala otra amenaza: la de convertir la obediencia en moneda de cambio con Dios. Esa “religión” se viste de espiritualidad, pero ata el corazón con las mismas cadenas que el pecado abierto.

Esclavitud disfrazada de devoción

El corazón humano es experto en fabricar ídolos. A veces son evidentes —dinero, éxito, aprobación—, pero otras veces se disfrazan de espiritualidad. Cuando creemos que nuestra salvación depende de orar lo suficiente, servir sin pausa o mantener un estándar impecable, hemos puesto la carga sobre nuestros hombros. Y esa carga se convierte en un falso evangelio.

Lo más engañoso de la religión sin evangelio es que parece correcta. ¿Cómo sospechar que leer la Biblia o servir en la iglesia pueda ser idolatría? Sin embargo, si esas prácticas se convierten en condiciones para sentirnos aceptados, hemos sustituido la gracia por el mérito. Como repite Pablo, esa justicia por obras siempre termina levantando ídolos.

Conocidos por Dios

La clave de la libertad está en una frase sorprendente: “Ahora que conocéis a Dios —o más bien, que sois conocidos por Dios…” (Gálatas 4:9). Nuestra seguridad no se basa en cuánto conocemos nosotros a Dios, sino en que Él nos conoce.

Ser conocidos por Dios significa haber sido aceptados, amados y abrazados por Su gracia. No depende de nuestras emociones ni de nuestro rendimiento. Esa certeza nos libra de la ansiedad espiritual que nos empuja a buscar ídolos para sentirnos valiosos. El evangelio nos recuerda que ya somos aceptados en Cristo, sin necesidad de fabricarnos otra justificación.

Un ministerio que refleja al evangelio

Pablo también contrasta dos maneras de servir: la que busca formar a Cristo en los creyentes y la que busca formar seguidores de un líder. El ministerio fiel no pretende atraer admiradores, sino apuntar a Jesús. No se trata de que la gente dependa del ministro, sino del Señor.

Eso hace que el verdadero ministerio sea flexible sin diluir el mensaje, transparente en sus motivaciones y abierto a oportunidades incluso en la debilidad. Pablo llegó a Galacia por una enfermedad, no por estrategia. Pero Dios convirtió ese obstáculo en una puerta para el evangelio.

¿A quién sirves de verdad?

Este pasaje nos invita a examinar nuestras motivaciones más profundas. ¿Estamos sirviendo para sentirnos aceptados, o desde la seguridad de que ya lo somos? ¿Nuestro servicio busca reconocimiento personal, o que Cristo sea formado en otros?

El evangelio libera del peso de probar nuestro valor. Nos recuerda que somos conocidos por Dios, y que en esa certeza podemos descansar. Tal vez hoy puedas detenerte y orar: “Señor, líbrame de los ídolos, incluso de la falsa seguridad de mis obras. Hazme vivir desde la gracia de ser conocido y amado por ti”.

Comparte la verdad bíblica de forma clara y práctica, a través de plataformas digitales, buscando inspirarte a integrar la Palabra de Dios en tu vida diaria.

Relacionados