Seleccionar página

12 La inseguridad disfrazada de orgullo

Cruz de madera en una colina al amanecer con vista panorámica de una ciudad al fondo, cielo con nubes doradas y tonos cálidos que evocan un mensaje de esperanza y transformación espiritual.

Una verdad incómoda pero necesaria

Tras hablar del fruto del Espíritu, Pablo advierte: “No nos hagamos vanagloriosos, irritándonos unos a otros, envidiándonos unos a otros” (Gálatas 5:26). La palabra “vanagloriosos” significa literalmente “vacíos de gloria”: personas que buscan validación externa porque no descansan en lo que Dios dice de ellas.

Esa inseguridad puede expresarse de dos formas: arrogancia hacia los demás o inferioridad ante ellos. En ambos casos, la raíz es la misma: la identidad se construye en comparación con otros, y no en la seguridad del evangelio.

Provocadores y envidiosos: la misma raíz

Algunos lidian con la vanidad desafiando y menospreciando, siempre queriendo probar que son superiores. Otros, con envidia, sintiéndose pequeños e insuficientes. Pablo recuerda que ambas actitudes provienen del mismo problema: vivir con el yo en el centro.

Cuando tu valor depende de cómo otros te perciben, la relación se convierte en un espejo que confirma o hiere tu identidad. Pero el evangelio confronta y libera de ese círculo vicioso.

El evangelio redefine quién eres

La buena noticia dice dos cosas a la vez: eres más pecador de lo que imaginabas, pero más amado de lo que jamás soñaste. Eso produce humildad (no eres mejor que nadie) y audacia (eres amado por el Único que importa).

Con esta identidad, puedes relacionarte sin competir, sin impresionar y sin esconderte. Nace una nueva autoimagen: segura y humilde a la vez. Y eso transforma la manera de vivir con otros.

Restaurar con humildad, no con juicio

Pablo continúa: “Si alguno fuere sorprendido en alguna falta, vosotros que sois espirituales, restauradle con espíritu de mansedumbre” (Gálatas 6:1). Restaurar es como recolocar un hueso dislocado: requiere cuidado, compasión y verdad.

Solo puede hacerlo quien reconoce su propia fragilidad. Por eso Pablo advierte: “considerándote a ti mismo, no sea que tú también seas tentado”. No desde arriba, sino desde al lado. Como alguien que también necesita gracia.

Cargar pesos y llevar tu mochila

En Gálatas 6:2 Pablo manda: “Sobrellevad los unos las cargas de los otros”. Pero en el versículo 5 añade: “Cada uno llevará su propia carga”. ¿Contradicción? No. La primera palabra se refiere a un peso tan grande que requiere ayuda externa. La segunda, a una mochila personal que cada uno debe cargar.

La vida cristiana es así: ayudarnos mutuamente en las cargas imposibles y, al mismo tiempo, asumir con responsabilidad nuestra propia obediencia. La comparación nos esclaviza; la responsabilidad personal nos madura.

Identidad segura, relaciones libres

Cuando tu valor descansa en Cristo, ya no necesitas competir ni mendigar validación. Puedes acercarte al hermano caído con humildad, al hermano fuerte con gratitud, y a todos con un amor que busca su bien.

Si tropiezas en la vanidad, vuelve al evangelio y recuérdate: “Soy amado por gracia. No tengo nada que probar, nada que perder, nada que esconder”. Esa verdad rompe la comparación y abre la puerta a una comunidad auténtica.

Comparte la verdad bíblica de forma clara y práctica, a través de plataformas digitales, buscando inspirarte a integrar la Palabra de Dios en tu vida diaria.

Relacionados