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10 Libertad en Cristo: ni legalismo ni licencia

por | Jun 20, 2025

Cruz de madera en una colina al amanecer con vista panorámica de una ciudad al fondo, cielo con nubes doradas y tonos cálidos que evocan un mensaje de esperanza y transformación espiritual.

El dilema de la libertad cristiana

«Si ya soy salvo por gracia, ¿por qué esforzarme en obedecer?» Esta es una objeción común al evangelio radical de la gracia. Gálatas 5 responde con firmeza: no vivimos como queremos, sino como quienes han sido verdaderamente liberados. La gracia no nos lleva a pecar, sino que nos da un nuevo motivo para obedecer: el amor.

Libertados para vivir libres

Pablo afirma con fuerza que Cristo nos libertó para vivir en libertad. La obra de Jesús no fue una mejora parcial, sino una liberación completa y definitiva. Sin embargo, esta libertad es frágil. Puede perderse si no nos mantenemos firmes.

No se trata de perder la salvación, sino de volver a vivir bajo un yugo de esclavitud, ya sea religioso o secular. Los gálatas, al adoptar el legalismo, estaban cayendo en la misma esclavitud que conocieron cuando vivían en la idolatría. Legalismo y paganismo comparten el mismo fondo: intentar ser aceptados por lo que hacemos.

Cristo o nada

Pablo es tajante: si buscas ser justificado por la ley, Cristo no te sirve de nada. Es todo o nada. O Cristo es tu Salvador total, o no lo es en absoluto. No puedes añadirle tus obras sin anular su gracia.

Aferrarte a la ley como medio de justificación te obliga a cumplirla toda. Pero eso es imposible. Así que confiar en ti mismo significa caer de la gracia. No porque pierdas tu salvación, sino porque nunca confiaste plenamente en Cristo.

Esperamos, no ganamos

En lugar de esforzarnos por lograr justicia, el creyente aguarda con certeza la justicia prometida. La esperanza en la Biblia no es incertidumbre, sino seguridad anticipada. Sabemos que seremos glorificados, presentados sin mancha ante Dios. Esta certeza cambia nuestra manera de vivir.

Vivir con esa esperanza produce paz, gozo y libertad. Nos libera de la ansiedad de tener que ser «suficientemente buenos». Somos aceptados, amados y valorados por lo que Cristo hizo, no por lo que hacemos.

Lo que realmente vale

Pablo dice que ni la circuncisión (esfuerzo religioso) ni la incircuncisión (libertinaje) valen nada. Lo único que cuenta es la fe que actúa mediante el amor. La religión y la irreligión son inútiles para transformar el corazón. Solo el evangelio produce amor genuino, porque solo el evangelio elimina la inseguridad y el egoísmo.

Cuando entendemos que somos amados incondicionalmente, no usamos a Dios ni a los demás para afirmar nuestro valor. Amamos porque ya somos amados. Servimos no para ser aceptados, sino porque ya lo somos. Esto produce una vida equilibrada, libre del orgullo en el éxito y del desánimo en el fracaso.

No pierdas ni abuses de la libertad

Pablo advierte dos peligros: perder la libertad al caer en el legalismo, y abusar de ella cayendo en la licencia. Algunos creen que la libertad cristiana es libertinaje: hacer lo que quieran. Pero el evangelio nos libera del pecado, no para el pecado.

La verdadera libertad cristiana no es la capacidad de decidir tu propio estándar moral, sino la capacidad de amar. El evangelio destruye tanto el temor como la motivación egoísta para pecar. Si sabes que Dios es perfectamente santo y perfectamente amoroso, ya no tienes razones para rebelarte ni necesidad de manipular.

La obediencia motivada por el amor

Pablo resuelve el dilema: no estamos obligados a obedecer la ley para ser salvos, pero estamos más obligados que nunca a obedecerla por gratitud. No como medio de salvación, sino como expresión de amor.

La ley refleja el corazón de Dios. Obedecerla es imitarlo, adorarlo, honrarlo. No para ganar su favor, sino porque ya lo tenemos. El evangelio nos libera de la ley como sistema de justificación, pero nos impulsa a obedecerla como respuesta de amor.

Conclusión: la verdadera libertad es para amar

La libertad cristiana no es una excusa para el pecado, sino una invitación a vivir como hijos amados. Ya no obedecemos por miedo o por ganancia, sino por gozo y por amor. Esa es la libertad que transforma.¿Estás viviendo en esa libertad?

Armando Illas

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