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01 Cuando el justo sufre sin explicación aparente

por | Jun 30, 2025

El misterio que sigue vigente

El libro de Job comienza con una afirmación sorprendente: “Era aquel hombre perfecto y recto, temeroso de Dios y apartado del mal” (Job 1:1). Job no era solamente piadoso, sino un ejemplo de integridad espiritual. Y sin embargo, en cuestión de horas, perdió sus posesiones, sus hijos, su salud y su estabilidad. ¿Cómo puede alguien tan justo enfrentar un dolor tan profundo? Esta es una de las preguntas más inquietantes que aún hoy resuenan en el corazón de muchos creyente: ¿por qué sufre el justo?

La historia de Job no se desarrolla solo en la tierra, sino también en el cielo. Dios mismo menciona a Job con orgullo ante Satanás, quien responde con cinismo: “¿Acaso teme Job a Dios de balde?” (Job 1:9). El acusador insinúa que la fe de Job está condicionada por las bendiciones que ha recibido. Para refutar esta acusación, Dios permite que Satanás pruebe a Job. Es decir, Job sufre no porque haya hecho algo mal, sino precisamente porque es justo. Su sufrimiento se convierte en escenario de una prueba celestial.

La escena invisible: Dios sigue en control

Job no conoce el diálogo celestial que da origen a su sufrimiento. Él solo percibe las consecuencias devastadoras en su vida. Este detalle es crucial: nos recuerda que hay realidades espirituales que no podemos ver, y propósitos divinos que quizás nunca entenderemos completamente.

Dios no pierde el control en ningún momento. Él pone límites claros a Satanás: “Todo lo que tiene está en tu mano; solamente no pongas tu mano sobre él” (Job 1:12). Más adelante, permitirá que toque su cuerpo, pero no su vida. Esta soberanía divina no solo demuestra autoridad, sino también cuidado paternal. Aun en la prueba, Dios establece límites.

La escena nos confronta con una verdad esencial: el sufrimiento del creyente puede tener un propósito superior al entendimiento humano. Job es probado para que su fe se manifieste como auténtica. Y esa misma fe, refinada por el fuego, glorifica a Dios delante del cielo entero.

El silencio de Dios y la voz de la fe

La reacción de Job al desastre es conmovedora. Rasga su manto, se postra en tierra y adora, diciendo: “Desnudo salí del vientre de mi madre, y desnudo volveré allá. Jehová dio, y Jehová quitó; sea el nombre de Jehová bendito” (Job 1:21). No hay que idealizar este momento como si fuera fácil. Job está devastado, pero su primer reflejo es la adoración. Es una fe que no necesita comprender para seguir confiando.

Y es precisamente esta respuesta la que desarma las acusaciones de Satanás. La fe genuina no depende de la prosperidad ni del bienestar. Se sostiene aun cuando todo lo visible se derrumba.

Aplicaciones para el creyente de hoy

El relato de Job no es solo historia antigua. Es profundamente actual para quienes siguen a Cristo en medio de un mundo lleno de injusticia, dolor y confusión. ¿Qué podemos aprender de este comienzo del sufrimiento de Job?

  • La fe auténtica resiste el dolor: La fe de Job no era un contrato de bienestar. Era una entrega genuina. Hoy también, la fe verdadera no se mide por la ausencia de pruebas, sino por la confianza que se mantiene en medio de ellas.
  • El sufrimiento no siempre es corrección: Aunque a veces el dolor es resultado del pecado, no siempre es así. En el caso de Job, no había pecado oculto. Dios mismo lo declaró justo. Debemos tener cuidado de no asumir juicios precipitados sobre el dolor ajeno ni sobre el propio.
  • Dios tiene el control, incluso en la prueba: Nada escapa de su soberanía. El sufrimiento de Job fue limitado, dirigido y supervisado. Dios no estaba ausente; estaba atento, incluso cuando guardaba silencio.
  • El dolor puede ser testimonio: A través de su sufrimiento, Job se convirtió en un ejemplo eterno de fidelidad. Quizá tu prueba actual también esté hablando a otros sobre el carácter de Dios, aun si no lo ves.

Cuando no hay respuestas, permanece la confianza

Job nunca recibió una explicación racional sobre su dolor. Dios no le reveló el diálogo celestial ni los motivos de la prueba. Y, sin embargo, Job perseveró. Este es el desafío del justo que sufre: confiar cuando no hay respuestas, creer cuando no hay explicación, y adorar cuando no hay alivio.

¿Podría Dios estar usando tu vida, tu fidelidad en medio del quebranto, para demostrar algo más grande de lo que imaginas? La fe de Job, aunque golpeada, no fue destruida. Y lo mismo puede ocurrir contigo.

Cuando el sufrimiento toque a tu puerta, recuerda: Dios sigue siendo Dios. Y eso basta.

Armando Illas

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